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jueves, 22 de septiembre de 2016

Poeta soy

Claudia Lars
(Margarita del Carmen 
Brannon Vega)

Dolor del mundo entero que en mi dolor estalla,
hambre y sed de justicia que se vuelven locura;
ansia de un bien mayor que el esfuerzo apresura,
Voluntad que me obliga a ganar la batalla.

Sueño de toda mente que mi mente avasalla,
miel de amor que en el pecho es río de dulzura;
verso de toda lengua que mi verso murmura,
miseria de la vida que mi vergüenza calla.

Poeta soy… y vengo, por Dios mismo escogida,
a soltar en el viento mi canto de belleza,
a vivir con más alto sentido de nobleza,

a buscar en la sombra la verdad escondida.
¡Y las fuerzas eternas que rigen el destino
han de volverme polvo si equivoco el camino!

Te necesito tanto amor (E. Roca)

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Regalo para el niño

Oswaldo Escobar Velado


Te regalo una paz iluminada. 
Un racimo de paz y de gorriones. 
Una Holanda de mieses aromada. 
Y Californias de melocotones. 

Un Asia sin Corea ensangrentada. 
Una Corea en flor, otra en botones. 
Una América en frutos sazonada. 
Y un mundo azúcar de melones. 

Te regalo la paz y su flor pura. 
Te regalo un clavel meditabundo 
para tu blanca mano de criatura. 

Y en tu sueño que tiembla estremecido 
hoy te dejo la paz sobre tu mundo 
de niño, por la muerte sorprendido.

En el "Día Mundial de la Paz".
21 de septiembre 
Niños mueren de hambre, sed, guerras; ¿cuál paz? ¡La de los sepulcros! 

domingo, 18 de septiembre de 2016

Cantemos a lo nuestro

Alfredo Espino

¡Qué encanto el de la vida, silos natales vientos
en sus ligeras alas traen ecos perdidos
de músicas de arroyos y música de nidos,
como mansos preludios de blandos instrumentos!

¡Qué encanto el de la vida, si al amor del bohío,
y entre un intenso aroma de lirios y albahacas,
miramos los corrales donde mugen las vacas
y oímos las estrofas del murmurante río!..

El terruño es la fuente de las inspiraciones:
¡A qué buscar la dicha por suelos extranjeros,
si tenemos diciembres cuajados de luceros,
si tenemos octubres preñados de ilusiones!

No del Pagano Monte la musa inspiradora
desciende a las estancias de pálidos poetas:
en nuestra musa autóctona que habita en las glorietas
de púrpura y de nácar, donde muere la aurora.

Es nuestra indiana musa que, desde su cabaña,
desciende coronada de plumas de quetzales
a inspirarnos sencillos y tiernos madrigales,
olorosos a selva y a flores de montaña.

Vamos, pues, a soñar bajo tibios aleros
de naranjos en flor.., cabe los manantiales:
octubre nos regala sus rosas y vesperales;
diciembre las miríadas de todos sus luceros.

Yo pienso en ti

José Batres Montúfar
Yo pienso en ti, tú vives en mi mente,
sola, fija, sin tregua, a toda hora, 
aunque tal vez el rostro indiferente 
no deje reflejar sobre mi frente
la llama que en silencio me devora.

En mi lóbrega y yerta fantasía
brilla tu imagen apacible y pura,
como el rayo de luz que el sol envía
a través de una bóveda sombría
al roto mármol de una sepultura.

Callado, inerte, en estupor profundo,
mi corazón se embarga y se enajena, 
y allá en su centro vibra moribundo
cuando entre el vano estrépito del mundo
la melodía de su nombre suena.

Sin lucha, sin afán y sin lamento,
sin agitarme, en ciego frenesí,
sin proferir un solo, un leve acento,
las largas horas de la noche cuento
y pienso en ti.

A veces cuando en alta noche

José Asunción Silva

A veces, cuando en alta noche tranquila,
sobre las teclas vuela tu mano blanca,
como una mariposa sobre una lila
y al teclado sonoro notas arranca,
cruzando del espacio la negra sombra
filtran por la ventana rayos de luna,
que trazan luces largas sobre la alfombra,
y en alas de las notas a otros lugares,
vuelan mis pensamientos, cruzan los mares.
Y en gótico castillo donde en las piedras
musgosas por los siglos, crecen las yedras,
puestos de codos ambos en tu ventana
miramos en las sombras morir el día
y subir de los valles la noche umbría
y soy tu paje rubio, mi castellana,
y cuando en los espacios la noche cierra,
el fuego de tu estancia los muebles dora,
y los dos nos miramos y sonreímos
mientras que el viento afuera suspira y llora!
¡Cómo tendéis, las alas, ensueños vanos,
cuando sobre las teclas vuelan sus manos.
Poeta, di paso
¡Poeta, di paso
Los furtivos besos!..
¡La sombra! ¡Los recuerdos!
La luna no vertía
Allí ni un solo rayo... Temblabas y eras mía.
Temblabas y eras mía bajo el follaje espeso,
una errante luciérnaga alumbró nuestro beso,
el contacto furtivo de tus labios de seda...
La selva negra y mística fue la alcoba sombría...
En aquel sitio el musgo tiene olor de reseda...
Filtró luz por las ramas cual si llegara el día,
entre las nieblas pálidas la luna aparecía...
¡Poeta, di paso
Los íntimos besos!
¡Ah, de las noches dulces me acuerdo todavía!
En señorial alcoba, de la tapicería
amortiguaba el ruido con sus hilos espesos
desnuda tú en mis brazos, fueron míos tus besos;
tu cuerpo de veinte años entre la roja seda,
tus cabellos dorados y tu melancolía,
tus frescuras de virgen y tu olor de reseda...
Apenas alumbraba la lámpara sombría
los desteñidos hilos de la tapicería.
¡Poeta, di paso
El último beso!
¡Ah, de la noche trágica me acuerdo todavía!
El ataúd heráldico en el salón yacía,
mi oído fatigado por vigilias y excesos,
sintió como a distancia los monótonos rezos!
Tú, mustia, yerta y pálida entre la negra seda,
la llama de los cirios temblaba y se movía,
perfumaba la atmósfera un olor de reseda,
un crucifijo pálido los brazos extendía
y estaba helada y cárdena tu boca que fue mía!

sábado, 17 de septiembre de 2016

Soneto XVII

Pablo Neruda
No te amo como si fueras rosa de sal, topacio
o flecha de claveles que propagan el fuego:
te amo como se aman ciertas cosas oscuras,
secretamente, entre la sombra y el alma.

Te amo como la planta que no florece y lleva
dentro de sí, escondida, la luz de aquellas flores,
y gracias a tu amor vive oscuro en mi cuerpo
el apretado aroma que ascendió de la tierra.

Te amo, sin saber cómo, ni cuando, ni de dónde,
te amo directamente sin problemas ni orgullo:
así te amo porque no sé amar de otra manera,

sino así de este modo en que no soy ni eres, 
tan cerca que tu mano sobre mi pecho es mía,
tan cerca que se cierran mis ojos con tu sueño.

Soneto XVII (Neruda)

miércoles, 14 de septiembre de 2016

sábado, 10 de septiembre de 2016

Para ti

Para ti

Carmen Silvana Rodríguez

(La Negra Rodríguez)
Mi bello amor, mi dulce ilusión,
yo voy por la vida pensando en tu amor
cerrando los ojos a toda razón,
amándote a ciegas, sin ningún temor.
¡Te quiero, te quiero! habla el corazón,
Yo por ti me muero, muero de emoción.
Yo soy el velero, tú eres el vaivén
de olas bravías
que se van romper en rocas sombrías.
Llevame hasta ellas, para con tus aguas,
mi amor estallar
en espumas blancas que quieran volar.
¡Te quiero, te quiero!, yo por ti me muero.
"Pilluelito" hermoso te digo con ansías:
que por ti me muero, mi amor es sincero.

Voy a encontrarme contigo

Carmen Silvana Rodríguez

(La Negra Rodríguez)
Voy a encontrarme contigo
en un mismo pensamiento
cuando estés pensando en mi,
y yo soñando contigo.
Voy a encontrarme contigo
cuando en esta dulce noche
cierre los ojos y piense,
en lo que hoy nos dijimos.
Voy a encontrarme contigo
más allá de las estrellas
donde no exista otra cosa,
que tu presencia y la mía.

Poetas del alma

Carmen Silvana Rodríguez 
(La Negra Rodríguez)
Quienes venimos al foro
con el alma entusiasmada,
para plasmar en los versos,
nuestro sentir como humanos,
pues somos gente sencilla,
con un corazón sensible,
entregamos lo que somos
en escritos cotidianos,
ya sea en forma de versos
o en sentidos comentarios.
No estamos por valorar
si la métrica es perfecta
si rima bien el poema
o si el ritmo suena bien
si suena bien buena nota
podemos hasta bailar.
No estamos por conocer
si es blanco o negro el que escribe,
el verso no tiene raza
solo tiene identidad,
y la identidad de todos
es pasión, amor, dulzura,
es amistad, alegría
y también melancolía.
Ponemos en comentarios
lo que más nos impactó,
con un beso y un abrazo
expresamos lo mejor
de nuestro afecto, razón
por la cual, hoy, estoy aquí,
dedicado a todos mis amigos 
y a los que no conozco aún.

Tu voz y sonrisa

viernes, 9 de septiembre de 2016

El nido

Alfredo Espino
Es porque un pajarito de la montaña ha hecho,
en el hueco de un árbol su nido matinal,
que el árbol amanece con música en el pecho,
como que si tuviera corazón musical...

Si el dulce pajarito por entre el hueco asoma,
para beber rocío, para beber aroma,
el árbol de la sierra me da la sensación
de que se le ha salido, cantando, el corazón...

jueves, 8 de septiembre de 2016

Atlacatl

Alfredo Espino
Aquel indio Atlacatl con su figura
de recios bíceps y de pecho erguido,
y que en una leyenda hubiera sido
de un Hércules de bronce la escultura.

Pasó en la vida corno en la pavura
de virgen selva, un viento enfurecido.
Murió de pie, al igual que árbol herido
por el hacha de un rayo en la llanura...

Aquel indio Atlacatl, supo de amores,
que también en las rocas nacen flores
y un oleaje entre espumas se avasalla...

Y tal amor del indio indómito era
corno una florecida enredadera
sobre la desnudez de una muralla.

Eva a Adán

Carmen Brannon Vega
Claudia Lars
(versos alejandrinos) 
¡Si tienes sed, Adán, abrévate de mi boca!
¡Ten fe y obra el milagro! ¡Mis besos serán buenos
como el agua que un día brotara de la roca
y como la que el Hijo de humildes nazarenos,

que será, de amar tanto, Dios mismo, cambie en vino!
¡Si tienes hambre, toma: mi corazón es vianda!
¡Mis ojos son antorcha de luz en tu camino!
¡Y el camino soy yo! —¡Oh, bebe y come y anda!

¡En mis débiles brazos está tu fortaleza,
por mí lo serás todo y triunfarás en todo;
por mí tus ojos pueden descubrir la belleza,

tus pasos echar alas, tu suavidad ser fuerte!...
Yo soy quien te completa, ¡mortal! ¡Desde que el lodo
Se llenó del aliento de Dios contra la muerte!

Casa sobre tu pecho

Carmen Brannon Vega
Claudia Lars
1.- 
A medio otoño, casi del olvido
Volviendo con la rosa del verano.
El mar del corazón bajo tu mano
Y el camino de ayer para el oído.

No es golondrina, no, la que ha venido
Al cielo de este cielo cotidiano.
Porque llega del frío más lejano
Sabe escoger la tarde de su nido.

Así, con simples nombres de acomodo,
Voluntaria de ser, en nuevo modo,
Tu sabor y tu clara compañía.

Si recojo praderas en tu casa,
Ya presiento la rosa que no pasa
Y soy nueva en la rosa todavía.

2.-
Casa de piedra y sueño que se entrega
En torre de alas y en jardín cerrado.
Tamaño del amor insospechado.
Reino tardío de una alondra ciega.

A tu fina quietud mi paso llega,
Dichoso de llegar, pero cansado.
Me corona la luz, tengo un aliado,
Y la noche de paz nada me niega.

Este es mi sitio, mi querencia humana,
Para empezar de nuevo mi mañana
Y borrar en su amparo la fatiga.

Por eso, casa mía, casa cierta,
En mis labios te da, limpia y despierta,
Con el ángel de flores que te abriga.

Retrato de don Pedro de Alvarado

Carmen Brannon Vega
Claudia Lars
Por la cautiva playa marinera
—centauro casi, casi profecía—
sobre una resonante jerarquía
alzaba su esperanza aventurera.

De sangre era la cruz no de madera;
De hierro la palabra y la osadía;
Y en el color de la mirada fría
Iba el peligro de su llama entera.

Encima del clamor y de la muerte,
Con el seguro paso del más fuerte,
Volviendo imponderable su figura.

El mundo roto le encendió las iras
Y entre caballos, flechas y mentiras,
Se hundió en la almendra de la tierra pura.

Sonetos del Arcángel

Carmen Brannon Vega 
Claudia Lars
Quiero, para nombrarte, voz tan fina
Y tan honda… conciencia de la rosa,
Eje del aire, llama melodiosa,
Cambiante y desolada voz marina.

Vaivén de arrullo, trémolo a sordina,
Rumor que el mundo y el azul rebosa;
Arpegio de la escala luminosa
Donde el canto de amor sube y se afina.

Para nombrarte debo ser tan clara
Como lira perfecta que tocara
Mano imposible, de belleza viva.

Y ha de vibrar dulcísimo tu nombre
—verbo del ángel, música del hombre—
en mi delgada lengua sensitiva.

Dos sonetos a un místico

 Carmen Brannon Vega
Claudia Lars
1.- 
Amor que se cruzó por mi camino
Y me encontró en la sombra, abandonada.
Amor que fuera luz en la callada
Y sombría espesura del destino.

Esencia de lo noble y de lo fino:
Le sorprendí brillando en su mirada.
Mas no quiso hacer caso a mi llamada
Y transformó lo humano en lo divino.

Yo me quedé con la esperanza rota.
¡Corazón que me sangra gota a gota
Siempre que pongo mi ilusión en algo!

¿Por qué tan fuerte ante la vida fuerte?
¿Es que miedo a la vida le tuviste,
amor que no supiste lo que valgo?

2.- 
Abrí por ti mi corazón entero
Y en él pudiste ver sin velo alguno.
Lo que hacerme sentir pudo ninguno
Sintió por ti mi corazón sincero.

Amor entre los grandes el primero:
Amor de aquello que entre mil hay uno.
Se te ofreció inocente y fue importuno.
Y lo calló tu voluntad de acero.

¿Por qué quieres vivir vida divina
si de la forma humana estás vestido?
¿Acaso el mismo Dios no se adivina

tras de la oscura puerta del destino?
Si el alma entre la carne va escondida,
¿por qué este empeño es sofocar la vida?

Alfa y omega

Manuel Machado
Cabe la vida entera en un soneto
empezando con lánguido descuido,
y a penas iniciado, ha transcurrido 
la infancia, imagen del primer cuarteto.

Llega la juventud con el secreto
de la vida, que pasa inadvertido, 
y que se va también, que ya se ha ido,
antes de entrar en el primer terceto.

Maduros, a mirar ayer tornamos
añorantes y ansiosos, a mañana,
y así el primer terceto malgastamos.

Y cuando en el terceto último entramos, 
es para ver con experiencia vana
que se acaba el soneto...Y que nos vamos.

Soneto de repente

Lope de Vega
Un soneto me manda hacer Violante;
en mi vida me he visto en tal aprieto,
catorce versos dicen que es soneto,
burla burlando van los tres delante.

Yo pensé que no hallara consonante
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.

Por el primer terceto voy entrando,
y aún parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.

Ya estoy en el segundo, y aún sospecho
que estoy los trece versos acabando:
contad si son catorce, y está hecho.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Lamatepec

Alfredo Espino
El padre de los cerros se levanta
de Sihuatehuacán siendo ornamento;
en sus cumbres el trueno es dulce acento
con que le aduerme el cielo entre su manta...

No asombra su altitud, sino que espanta...
Parece que es el claro firmamento
la túnica que el cíclope irredento
pone en sus regios hombros que agiganta.

Mas aunque se alce como inmenso tumbo,
en su garganta —abismo cavernoso—
está mudo el lenguaje del retumbo...

Y ese silencio secular provoca,
a verlo como un cíclope de roca,
eternizado en éxtasis piadoso!

Chichontepec

Alfredo Espino
Perdido entre la vaga lejanía,
si te coronan nubes vaporosas,
eres búcaro azul de blancas rosas,
con que exornara su palacio el día...

Mas al venir la noche, muda y fría,
con sus horas de calmas silenciosas,
son tus moles columnas prodigiosas
sosteniendo una cúpula sombría...

Pero nada es más bello que mirarte
erguido siempre en majestad serena,
como si fueras el Tonante Dios;

o en las tranquilas horas contemplarte,
con tu empinado lomo de ballena
que un rudo hachazo dividiera en dos!

Cañal en flor

Alfredo Espino
Eran mares los cañales
que yo contemplaba un día
(mi barca de fantasía
bogaba sobre esos mares).

El cañal no se enguirnalda
como los mares, de espumas,
sus flores más bien son plumas
sobre espadas de esmeralda...

Los vientos —niños perversos—
bajan desde las montañas,
y se oyen entre las cañas
como deshojando versos…

Mientras el hombre es infiel,
tan buenos son los cañales,
porque teniendo puñales,
se dejan robar la miel!

Y qué triste la molienda
aunque vuele por la hacienda
de la alegría el tropel,
porque destrozan entrañas
los trapiches, y las cañas...
¡vierten lágrimas de miel!

Los ojos de los bueyes

Alfredo Espino
¡Los he visto tan tristes, que me cuesta pensar
cómo siendo tan tristes, nunca puedan llorar!...

Y siempre son así: ya sea que la tarde
los bese con sus besos de suaves arreboles,
o que la noche clara los mire con sus soles,
o que la fronda alegre con su sombra los guarde...

Ya ascendiendo la cuesta que lleva al caserío,
entre glaucas hileras de cafetos en flor...
o mirando las aguas de algún murmurador
arroyuelo que corre bajo un bosque sombrío...

¿Qué tendrán esos ojos que siempre están soñando
y siempre están abiertos?...
¡ Siempre húmedos y vagos y sombríos e inciertos,
cual si siempre estuviesen en silencio implorando!

Una vez, en la senda de una gruta florida
yo vi un buey solitario que miraba los suelos
con insistencia larga, como si en sus anhelos
fuera buscando, ansioso, la libertad perdida...

Y otra vez bajo un árbol y junto a la carreta
cargada de manojos, y más tarde en la hondura
de una limpia quebrada, y en la inmensa llanura,
y a la luz de un ocaso de púrpura y violeta...

¡Siempre tristes y vagos los ojos de esos reyes
que ahora son esclavos! Yo no puedo pensar
cómo, siendo tan tristes, nunca puedan llorar
los ojos de los bueyes...

Ascensión

Alfredo Espino
¡Dos alas!... ¡Quién tuviera dos alas para el vuelo!...
Esta tarde, en la cumbre, casi las he tenido.
¡Desde aquí veo el mar, tan azul, tan dormido,
que si no fuera un mar, bien sería otro cielo!...

Cumbres, divinas cumbres, excelsos miradores...
¡Qué pequeños los hombres! No llegan los rumores
de allá abajo, del cieno; ni el grito horripilante
con que aúlla el deseo, ni el clamor desbordante
de las malas pasiones... Lo rastrero no sube:
esta cumbre es el reino del pájaro y la nube...

Aquí he visto una cosa muy más dulce y extraña,
como es la de haber visto llorando una montaña...
el agua brota lenta, y en su remanso brilla
la luz; un ternerito viene, y luego se arrodilla
al borde del estanque, y al doblar la testuz,
por beber agua limpia, bebe agua y bebe luz …

Y luego se oye un ruido por lomas y floresta,
como si una tormenta rodara por la cuesta:
animales que vienen con una fiebre extraña
a beberse las lágrimas que llora la montaña.
Va llegando la noche. Ya no se mira el mar.
Y qué asco y qué tristeza comenzar a bajar...

(¡Quién tuviera dos alas, dos alas para un vuelo!
Esta tarde, en la cumbre, casi las he tenido,
con el loco deseo de haberlas extendido
sobre aquel mar dormido que parecía un cielo! )

Un río entre verdores se pierde a mis espaldas,
como un hilo de plata que enhebrara esmeraldas...

Un rancho y un lucero

Alfredo Espino 
Un día —¡primero Dios!—
has de quererme un poquito.
Yo levantaré el ranchito
en que vivamos los dos.

¿Qué más pedir? Con tu amor,
mi rancho, un árbol, un perro,
y enfrente el cielo y el cerro
y el cafetalito en flor...

Y entre aroma de saúcos,
un zenzontle que cantara
y una poza que copiara
pajaritos y bejucos.

Lo que los pobres queremos,
lo que los pobres amamos,
eso que tanto adoramos
porque es lo que no tenemos...

Con sólo eso, vida mía;
con sólo eso:
con mi verso, con tu beso,
lo demás nos sobraría...

Porque no hay nada mejor
que un monte, un rancho, un lucero,
cuando se tiene un “te quiero”
y huele a sendas en flor...