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domingo, 30 de octubre de 2016

A la víbora, víbora

Claudia Lars
(salvadoreña)

A la víbora, víbora
de la mar,
por aquí quieren pasar.

Las olas que se acercan,
las olas que se van,
y detrás de las olas,
las olas más y más...
Escamas de arco iris,
escamas de metal.
¡Ya se durmió la víbora,
ya quiere despertar!

Camino de mi frente
- caminito especial -,
si de me frente sale,
¿quién lo puede alcanzar?

En menos de un segundo
conoce la ciudad;
en lo que cierro un ojo
por el aire se va;
siguiendo mariposas
deja juegos atrás
y toca, de repente, 
la víbora de la mar.

Aunque niño me llamo
y no puedo nadar
muchas islas descubro
sentado en mi diván.
Al agua marinera,
que baila por bailar,
sin mojarme la blusa
la puedo atravesar.

Caballito marino,
caballito de sal,
con brida de canciones
te logro sujetar.
¿En dónde llora y llora
la niña tempestad?
¿En dónde crece, rojo
el árbol de coral?

Iremos galopando
- rataplán, rataplán -,
caballo de los tumbos,
que sabes galopar.
¡Qué praderas de espuma!
¡Qué montañas de sal!
¡Qué gigante y qué azul
la víbora de la mar!

Ya se durmió la víbora.
Ya quiere despertar.
Canción de ronda, fue muy popular en los patios de la escuela salvadoreña.

Vamos a la huerta

Claudia Lars
(salvadoreña)

Vamos a la huerta
de torontoronjil,
a ver a doña Ana
comiendo perejil.

Señores, no se burlen:
doña Ana no está aquí,
y aunque este huerto es suyo
no come perejil.

Doña Ana come hojaldras
y queso de jazmín,
y a veces en la tarde,
compota de alhelí.

- ¿En dónde está doña Ana?
- Tal vez en su jardín;
debajo del almendro
que da una sombra gris.

- ¿Doña Ana no envejecer?
- Doña Ana es siempre así,
la misma de la ronda
que se canta sin fin...

Vamos a la huerta
de torontoronjil,
a ver a doña Ana
comiendo perejil.

Doña Ana, la de siempre,
- tan dueña de abril -,
en un país de niños
ha querido vivir.

- ¿Cómo será doña Ana?
- ¡No lo puedo decir!
De blanco esta vestida
de blanco y carmesí.

En su falda de vuelos,
que yo no sé medir,
juegan todas las brisas,
duerme todo el jardín.

 Vamos a la huerta
de torontoronjil,
a ver a doña Ana
comiendo perejil.

- Buenos días, doña Ana,
¿nos quiere usted abrir?
- Buenas noches, doña Ana,
¿nos presta su candil?

Los niños van cantando
y son miles y mil...
Entre las rosas baila
la rosa rosalí.

Y el canto como un río,
como un río sin fin,
nos dice lo de siempre,
lo que yo repetí:

Vamos a la huerta
de torontoronjil,
a ver a doña Ana
comiendo perejil.

La anterior es una canción de ronda, fue muy popular en las escuelas de El Salvador.

sábado, 29 de octubre de 2016

A mi madre

José Martí

Madre del alma, madre querida
son tus natales, quiero cantar;
porque mi alma de amor henchida
aunque muy joven, nunca se olvida
de la que vida me hubo de dar.

Pasan los años, vuelan las horas
que yo a tu lado siento ir,
por tus caricias arrobadoras
y las miradas tan seductoras
que hacen mi pecho fuerte latir.

A Dios yo pido constantemente
para mi madre vida inmortal;
porque es muy grato, sobre la frente
sentir el roce de un beso ardiente
que de otra boca nunca es igual.

Dormid tranquilos

Baldomero Fernández Moreno

Dormid tranquilos, hermanitos míos,
dormid tranquilos, padres algo viejos,
porque el hijo mayor vela en su cuarto
sobre la casa y el reposo vuestro.

Estoy despierto, y escuchando todos 
los ruidos de la noche y del silencio:
el suave respirar de los dormidos,
alguno que se da vuelta en el lecho,
una media palabra de aquel otro
que sueña en alta voz; el pequeñuelo
que se despierta siempre a media noche,
y la tos del hermano que está enfermo.

Hay que educar a los hermanos chicos,
y aseguraros días bien serenos
para la ancianidad. ¡Oh, padre y madre, 
dormid tranquilos, que yo estoy despierto!

Humorismo triste

Luis G. Urbina

¿Que si me duele? Un poco: te confieso
que me heriste a traición por mas fortuna
tras el rapto de la ira vino una
dulce resignación. Pasó el acceso.

¿Sufrir? ¿Llorar? ¿Morir? ¿Quién piensa en eso?
El amor es un huésped que importuna;
mírame cómo estoy; ya sin ninguna 
tristeza que decirte. Dame un beso.

Así; muy bien; perdóname, fui un loco; 
tú me curaste - gracias -, y ya puedo
saber lo que imagino y lo que toco.

En la herida que hiciste, pon el dedo;
¿que si me duele? Sí; me duele un poco,
mas no mata el dolor... No tengas miedo.

Un beso nada más

Manuel M. Flores

Bésame con el beso de tu boca,
un solo beso el corazón invoca,
cariñosa mitad del alma mía;
que la dicha de dos...me mataría.

¡Un beso nada más!...Ya su perfume
en mi alma derramándose, la embriaga;
y mi alma por tu beso se consume
y por mis labios impacientes vaga.

¡Júntese con la tuya!...Ya no puedo
lejos tenerla de tus labios rojos...
¡Pronto!...¡Dame tus labios!...¡Tengo miedo
de ver tan cerca tus divinos ojos!

Hay un cielo mujer, en tus abrazos;
siento de dicha el corazón opreso...
¡Oh! ¡Sostenme en la vida de tus brazos
para que no me mates con tu beso!

Y pensar que pudimos

Ramón López Velarde

Y pensar que extraviados
la senda milagrosa
en que hubiera abierto
nuestra ilusión, como perenne rosa.

Y pensar que pudimos,
enlazar nuestras manos
y apurar en un beso
la comunión de fértiles veranos.

Y pensar que pudimos,
en una onda secreta
de embriaguez, deslizarnos,
valsando un vals sin fin, por el planeta.

Y pensar que pudimos,
al rendir la jornada,
desde la sosegada
sombra de tu portal y en una suave
conjunción de existencias,
ver las cintilaciones del zodíaco
sobre la sombra de nuestras conciencias.

Ausencia

Efrén Rebolledo

Mi corazón enfermo de tu ausencia
expira de dolor porque te has ido,
¿en dónde está tu rostro bendecido?
¿Qué sitios ilumina tu presencia?

Ya mis males no alivia tu clemencia,
ya no dices ternuras a mi oído,
y expira de dolor porque te has ido
mi corazón enfermo de tu ausencia.

Es inútil que finja indiferencia,
en balde busco el ala del olvido
para calmar un poco mi dolencia,
mi corazón enfermo de tu ausencia
expira de dolor porque te has ido.

Madrigal

Gutierre de Cetina

Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis más hermosos.

¡Ay!, tormentos rabiosos.
Ojos claros, serenos,
ya que así miráis, miradme al menos.

viernes, 14 de octubre de 2016

No te rindas

(Atribuido a Mario Benedetti)
Anónimo

No te rindas, aún estás a tiempo 
de alcanzar y comenzar de nuevo, 
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, 
liberar el lastre, retomar el vuelo. 

No te rindas que la vida es eso, 
continuar el viaje, 
perseguir tus sueños, 
destrabar el tiempo, 
correr los escombros y destapar el cielo. 

No te rindas, por favor no cedas, 
aunque el frío queme, 
aunque el miedo muerda, 
aunque el sol se esconda y se calle el viento, 
aún hay fuego en tu alma, 
aún hay vida en tus sueños, 
porque la vida es tuya y tuyo también el deseo, 
porque lo has querido y porque te quiero. 

Porque existe el vino y el amor, es cierto, 
porque no hay heridas que no cure el tiempo, 
abrir las puertas quitar los cerrojos, 
abandonar las murallas que te protegieron. 

Vivir la vida y aceptar el reto, 
recuperar la risa, ensayar el canto, 
bajar la guardia y extender las manos, 
desplegar las alas e intentar de nuevo, 
celebrar la vida y retomar los cielos. 

No te rindas por favor no cedas, 
aunque el frío queme, 
aunque el miedo muerda, 
aunque el sol se ponga y se calle el viento, 
aún hay fuego en tu alma, 
aún hay vida en tus sueños, 
porque cada día es un comienzo, 
porque esta es la hora y el mejor momento, 
porque no estás sola, 
porque yo te quiero.

Al perderte yo a ti

Ernesto Cardenal

Al perderte yo a ti, tú y yo hemos perdido: 
yo porque tú eras lo que yo más amaba; 
y tú, porque yo era el que te amaba más. 

Pero de nosotros dos, tú pierdes más que yo: 
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti; 
pero a ti, no te amarán como te amaba yo.

Soneto de la dulce queja

Federico García Lorca

Tengo miedo a perder la maravilla 
de tus ojos de estatua y el acento 
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.

Tengo pena de ser en esta orilla 
tronco sin ramas; y lo que más siento 
es no tener la flor, pulpa o arcilla, 
para el gusano de mi sufrimiento.

Si tú eres el tesoro oculto mío, 
si eres mi cruz y mi dolor mojado, 
si soy el perro de tu señorío,

no me dejes perder lo que he ganado 
y decora las aguas de tu río 
con hojas de mi otoño enajenado.

Los niños

Rabindranath Tagore

En las playas de todos los mundos, se reúnen los niños. El cielo infinito se en calma sobre sus cabezas; el agua, impaciente, se alborota. En las playas de todos los mundos, los niños se reúnen, gritando y bailando.

Hacen casitas de arena y juegan con las conchas vacías. Su barco es una hoja seca que botan, sonriendo, en la vasta profundidad. Los niños juegan en las playas de todos los mundos. No saben nadar; no saben echar la red. Mientras el pescador de perlas se sumerge por ellas, y el mercader navega en sus navíos, los niños recogen piedritas y vuelven a tirarlas. Ni buscan tesoros ocultos, ni saben echar la red.

El mar se alza, en una carcajada, y brilla pálida la playa sonriente. Olas asesinas cantan a los niños baladas sin sentido, igual que una madre que meciera a su hijo en la cuna. El mar juega con los niños, y, pálida, luce la sonrisa de la playa.

En las playas de todos los mundos, se reúnen los niños. Rueda la tempestad por el cielo sin caminos, los barcos naufragan en el mar sin rutas, anda suelta la muerte, y los niños juegan. En las playas de todos los mundos, se reúnen, en una gran fiesta, todos los niños.

sábado, 1 de octubre de 2016

Luna en el rancho

Alfredo Espino
(Poeta Niño)
Vagar, soñando versos, en silentes caminos,
con la dorada lluvia del sol sobre tu frente;
y en un tronco sentados, mirarme largamente
en las dormidas aguas de tus ojos hialinos...

“Y qué linda”, dijeran al verte, campesinos
de esos que con sus vacas van buscando una fuente,
y yo: “Sus ojos miran, miran más dulcemente
que dos estrellas blancas en cielos vespertinos”.

Y tú te sonreirías sin vanidad ninguna;
después en nuestro rancho se entraría la luna
y ladraría al vernos, el perro blanco y fiel...

Como el café maduro fuera tu boca, mía,
y en el rancho con luna, mi boca bebería
en la flor de tus labios, un “te quiero” de miel.