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Federico Hernández Aguilar


Recopiló: Lic. Jaime Noé Villalta Umaña
Prof. y Abg.
DEL LIBRO APOLOGÍA DEL CINISMO
PALABRA Y TIEMPO
(Paréntesis kantiano)
Federico Hernández Aguilar

Para callar no necesito mi silencio.
Me muevo.
Se mueve la hoja que cae y no lo sabe.
El aire es la denuncia natural del tiempo.
Para callar no necesito mi silencio.
No puedo remover una pestaña
sin tocar un rostro.
La palabra es injusta si la tengo.
Para callar no necesito mi silencio.
Necesito tiempo.

SONETO DEL PERDIDO TIEMPO
Federico Hernández Aguilar

Ahí donde el instante es un recado,
donde muere de prisa una palmera,
el reloj es la duda pasajera
de una caricia que aprendió el pasado.
Vivir y haber vivido: ¿Quién —alado—
sobre las crestas de las horas fuera
visitante de honor en cada esfera,
espacio, tiempo, dimensión o estado?
Pues el minuto, sin querer, devora
las entrañas del tiempo en cada hora
que finge el suave rostro de la espera,
es en los huesos donde el alma, ruda,
penetra los abismos y desnuda
con otra exactitud tu vida entera!

CREACIÓN DE UN ALMA
Federico Hernández Aguilar

I
Acércate…
No temas a la luz.
¿Sabes de dónde vienes,
En qué memoria abreva tu pudor?
No, no huyas…
No te alejes…
La vida te espera
Y su obligación es impacientarse.
II
Tu primera reacción es de temor
Y es porque nada sabes…
La ignorancia es codiciosa compañera:
Desde ya te rondan sus caricias.
Ella estrenará tu carne,
Pero sólo tu carne.
Tú lo estrenarás todo,
Menos el miedo.
III
Ninguna vida es inocente.
(De ello me hablarás a tu regreso).
Por lo pronto,
Asómate
Y no temas…
La eternidad no corre por tu cuenta.

DISTINGUIDAS CARRASPERAS
Federico Hernández Aguilar

Hay quien tose
—recurso de flemas incluido—
bajo la timidez de una ventana,
como jodiendo,
como por gusto.
Y tose con elegancia,
con discreto y amable desenfado,
como extrayendo mariposas del esófago,
sin voluptuosidades abdominales
o posturas forzadas.
Cualquier excusa es buena:
la impertinencia del vicio vecino,
el polvillo de un libro arrinconado,
la pluma de un faisán que se venga,
un mal trago de vino tinto,
el irritante perfume de la Sra. Von Krause...
No es útil pedir pañuelos
porque no hay gripe de por medio
o infecciones de músico precoz.
La mano — cerrada en puño,
convenientemente — basta
para demostrar a los distinguidos comensales
que se puede toser con gallardía,
propiedad y buen gusto.
La invitación al banquete
incluye no comer,
pero es imprescindible atragantarse.