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viernes, 16 de diciembre de 2016

Canción de otoño en primavera

Rubén Darío
(Félix Rubén García Sarmiento)

Juventud, divino tesoro, 
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y aflicción.

Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé.

Juventud, divino tesoro, 
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
la otra fuente más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.

Pues su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía.

En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y te mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe...

Juventud, divino tesoro, 
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.

Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad, 
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;

y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...

Juventud, divino tesoro, 
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

¡Y las demás! En tantos climas,
en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín...

Juventud, divino tesoro, 
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
¡Mas es mía el Alba de oro!

domingo, 20 de noviembre de 2016

Mi poema de amor

"Eres mi más bello poema de amor; la eterna melodía que arrulla mis sueños". 

Amar en silencio


"Te amaré en silencio; como se ama lo prohibido e imposible".

Ilusión


"Eres mi más dulce fantasía de amor; la bella ilusión que consuela mis días de soledad". 
@jaimevillauma5030204

sábado, 12 de noviembre de 2016

Adiós

Manuel Acuña

A...
Después que el destino
me ha hundido en las congojas
del árbol que se muere
crujiendo del dolor,
truncando una por una
las flores y las hojas
que al beso de los cielos
brotaron de mi amor.

Después de que mis ramas
se han roto bajo el peso
de tanta y tanta nieve
cayendo sin cesar,
y que mi ardiente savia
se ha helado con el beso
que el ángel del invierno
me dio al atravesar.

Después... es necesario
que tú también te alejes
en pos de otras florestas
y de otro cielo en pos;
que te alces de tu nido,
que te alces y me dejes
sin escuchar mis ruegos
y sin decirme adiós.

Yo estaba solo y triste
cuando la noche te hizo
plegar las blancas alas
para acogerte a mí,
entonces mi ramaje
doliente y enfermizo
brotó sus flores todas
tan solo para mí.

En ellas te hice el nido
risueño en que dormías
de amor y de ventura
temblando en su vaivén,
y en él te hallaban siempre
las noches y los días
feliz con mi cariño
y amándote también.

¡Ah! Nunca en mis delirios
creí que fuera eterno
el sol de aquellas horas
de encanto y frenesí;
pero jamás tampoco
que el soplo del invierno
llegara entre tus cantos,
y hallándote tú aquí.

Es fuerza que te alejes...
rompiéndome en astillas;
ya siento entre mis ramas
crujir el huracán,
y heladas y temblando
mis hojas amarillas
se arrancan y vacilan
y vuelan y se van.

Adiós, paloma blanca
que huyendo de la nieve
te vas a otras regiones
y dejas tu árbol fiel;
mañana que termine
mi vida oscura y breve
ya solo tus recuerdos
palpitarán sobre él.

Es fuerza que te alejes
del cántico y del nido
tú sabes bien la historia
paloma que te vas...
El nido es el recuerdo
y el cántico el olvido,
el árbol es el siempre
y el ave es el jamás.

Adiós mientras que puedes
oír bajo este cielo
el último ¡ay! del himno
cantado por los dos...
Te vas y ya levantas
el ímpetu y el vuelo,
te vas y ya me dejas
¡paloma, adiós, adiós!

domingo, 6 de noviembre de 2016

Elogio del quetzal

José Santos Chocano

Es un pájaro mudo, pero hermoso; una alhaja
que ha salido volando de un arcón reluciente.
En el hueco de un tronco, fino estuche trabaja,
donde finge un penacho de monárquica frente.

Nunca en vil cautiverio sus prestigios rebaja;
y antes goza el orgullo de morir libremente;
si se quiebra las plumas, en su estuche se encaja
y principia a morir de la pena que siente...

Tal orgullo en su orgullo que es un símbolo alado,
por su gesto de raza, por su instinto de gloria:
él jamás vivió en rejas, ni jamás se ha manchado.

Con nobleza de artista y altivez de guerrero,
¡merecía la suerte de haber sido en la historia
un blasón con la frase de Francisco Primero!

Te amo

Fabián Ruiz



¡Te Amo! y no es: 
un te amo aniversario, 
un te amo compromiso, 
un te amo acostumbrado, 
un te amo apurado, 
un te amo también... 

¡Te Amo! y es así: 
un te amo enamorado, 
un te amo extasiado, 
un te amo demasiado, 
un te amo generoso, 
un te amo porque sí. 

¡Te Amo! 
con un “te amo” 
pronunciado por los labios 
mas gritado con el corazón.

¡Te Amo! 
con un “te amo” 
tan divino, tan humano 
como jamás alguien imaginó.

El día que me quieras

Amado Nervo

El día que me quieras tendrá más luz que junio,
la noche que me quieras será de plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo,
sus inefables cosas,
y habrá juntas más rosas
que en todo el mes de mayo.

Las fuentes cristalinas
irán por las laderas
saltando cantarinas
el día que me quieras.

El día que me quieras, los sotos escondidos
resonarán arpegios nunca jamás oídos.
Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras.

Cogidas de la mano, cual rubias hermanitas
luciendo galas cándidas, irán las margaritas
por montes y praderas
delante de tus pasos, el día que me quieras...
Y si deshojas una, te dirán su inocente,
postrer, pétalo blanco: ¡Apasionadamente!

Al reventar el alba del día que me quieras,
tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras
 y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,
florecerán las místicas corolas de lotos.

El día que me quieras será cada celaje
ala maravillosa, cada arrebol miraje
de las mil y una noche, cada brisa un cantar
cada árbol una lira, cada monte un altar.

¡El día que me quieras, para nosotros dos
cabrá en un solo beso la beatitud de Dios!

Nocturno a Rosario

Manuel Acuña

¡Pues bien! Yo necesito 
decirte que te adoro, 
decirte que te quiero 
con todo el corazón; 
que es mucho lo que sufro, 
que es mucho lo que lloro, 
que ya no puedo tanto, 
y al grito que te imploro 
te imploro y te hablo en nombre 
de mi última ilusión. 


Yo quiero que tú sepas 
que ya hace muchos días 
estoy enfermo y pálido 
de tanto no dormir; 
que ya se han muerto todas 
las esperanzas mías; 
que están mis noches negras, 
tan negras y sombrías 
que ya no sé ni dónde 
se alzaba el porvenir. 

De noche cuando pongo 
mis sienes en la almohada,
y hacia otro mundo quiero 
mi espíritu volver, 
camino mucho, mucho 
y al fin de la jornada 
las formas de mi madre 
se pierden en la nada, 
y tú de nuevo vuelves 
en mi alma a aparecer. 

Comprendo que tus besos 
jamás han de ser míos; 
comprendo que en tus ojos 
no me he de ver jamás; 
y te amo, y en mis locos 
y ardientes desvaríos 
bendigo tus desdenes, 
adoro tus desvíos, 
y en vez de amarte menos 
te quiero mucho más. 

A veces pienso en darte 
mi eterna despedida, 
borrarte en mis recuerdos 
y huir de esta pasión; 
mas si es en vano todo 
y mi alma no te olvida, 
¡qué quieres tú que yo haga 
pedazo de mi vida; 
qué quieres tú que yo haga 
con este corazón! 

Y luego que ya estaba 
concluido el santuario, 
la lámpara encendida 
tu velo en el altar, 
el sol de la mañana 
detrás del campanario, 
chispeando las antorchas, 
humeando el incensario, 
y abierta allá a lo lejos
la puerta del hogar... 

¡Qué hermoso hubiera sido 
vivir bajo aquel techo. 
los dos unidos siempre 
y amándonos los dos; 
tú siempre enamorada, 
yo siempre satisfecho, 
los dos, un alma sola, 
los dos, un solo pecho, 
y en medio de nosotros 
mi madre como un dios! 
¡Figúrate qué hermosas 
las horas de esa vida! 

¡Qué dulce y bello el viaje 
por una tierra así! 
Y yo soñaba en eso, 
mi santa prometida, 
y al delirar en eso 
con alma estremecida, 
pensaba yo en ser bueno 
por ti, no más por ti. 

Bien sabe Dios que ese era 
mi más hermoso sueño, 
mi afán y mi esperanza, 
mi dicha y mi placer; 
¡bien sabe Dios que en nada 
cifraba yo mi empeño,
sino en amarte mucho 
bajo el hogar risueño 
que me envolvió en sus besos 
cuando me vio nacer! 

Esa era mi esperanza... 
mas ya que a sus fulgores 
se opone el hondo abismo 
que existe entre los dos, 
¡adiós por la última vez, 
amor de mis amores; 
la luz de mis tinieblas, 
la esencia de mis flores, 
mi lira de poeta, 
mi juventud, adiós!

Los mejores ojos

César Contó

Ojos azules hay bellos
hay ojos pardos que hechizan
y ojos negros que electrizan
con sus vividos destellos.

Pero fijándose con ellos,
se encuentra que en conclusión
los mejores ojos son
por más que todos alaben,
los que expresan mejor
lo que siente el corazón.

A unos ojos

Ramón de Campoamor


Más dulces habéis de ser, 
si me volvéis a mirar, 
porque es malicia, a mi ver, 
siendo fuente de placer, 
causarme tanto pesar. 

De seso me tiene ajeno 
el que en suerte tan cruel 
sea ese mirar sereno 
solo para mí veneno, 
siendo para otros miel. 

Si crueles os mostráis, 
porque no queréis que os quiera, 
fieros por demás estáis, 
pues si amándoos, me matáis, 
si no os amara, muriera. 

Si amando os puedo ofender, 
venganza podéis tomar, 
porque es fuerza os haga ver 
que o no os dejo de querer, 
o me acabáis de matar. 

Si es la venganza medida 
por mi amor, a tal rigor 
el alma siento rendida, 
porque es muy poco una vida 
para vengar tanto amor. 

Porque con él igualdad 
guardar ningún otro puede; 
es tanta su intensidad, 
que pienso ¡ay de mí! que excede 
vuestra misma crueldad. 

¡Son, por Dios, crudos azares 
que me den vuestros desdenes 
ciento a ciento los pesares, 
pudiendo darme a millares, 
sin los pesares, los bienes! 

Y me es doblado tormento 
y el dolor más importuno, 
el ver que mostráis contento 
en ser crudos para uno, 
siendo blandos para ciento.

Y es injusto por demás 
que tengáis, ojos serenos, 
a los que, de amor ajenos, 
os aman menos, en mas, 
y a mí que amo más, en menos. 

Y es, a la par que mortal, 
vuestro lánguido desdén 
¡tan dulce... tan celestial!... 
que siempre reviste el mal 
con las lisonjas del bien. 

¡Oh, si vuestra luz querida 
para alivio de mi suerte 
fuese mi bella homicida! 
¡Quién no cambiara su vida 
por tan dulcísima muerte! 

Y solo de angustias lleno, 
me es más que todo cruel, 
el que ese mirar sereno, 
sea para mí veneno, 
siendo para todos miel.

Poema 20

Pablo Neruda


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: “La noche está estrellada, 
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”.

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como esta la tuve entre mis brazos. 
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería. 
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. 
Y el verso cae al alma como pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. 
Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca. 
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.

Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. 
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. 
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos, 
mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque este sea el último dolor que ella me causa, 
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

Rima XXXVIII

Gustavo Adolfo Bécquer

¡Los suspiros son aire y van al aire! 
¡Las lágrimas son agua y van al mar! 
Dime, mujer, cuando el amor se olvida, 
¿sabes tú adónde va?

Soneto de la dulce queja

Federico García Lorca

Tengo miedo a perder la maravilla 
de tus ojos de estatua y el acento 
que de noche me pone en la mejilla 
la solitaria rosa de tu aliento.

Tengo pena de ser en esta orilla 
tronco sin ramas; y lo que más siento 
es no tener la flor, pulpa o arcilla, 
para el gusano de mi sufrimiento.

Si tú eres el tesoro oculto mío, 
si eres mi cruz y mi dolor mojado, 
si soy el perro de tu señorío,

no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río 
con hojas de mi otoño enajenado.

domingo, 30 de octubre de 2016

A la víbora, víbora

Claudia Lars
(salvadoreña)

A la víbora, víbora
de la mar,
por aquí quieren pasar.

Las olas que se acercan,
las olas que se van,
y detrás de las olas,
las olas más y más...
Escamas de arco iris,
escamas de metal.
¡Ya se durmió la víbora,
ya quiere despertar!

Camino de mi frente
- caminito especial -,
si de me frente sale,
¿quién lo puede alcanzar?

En menos de un segundo
conoce la ciudad;
en lo que cierro un ojo
por el aire se va;
siguiendo mariposas
deja juegos atrás
y toca, de repente, 
la víbora de la mar.

Aunque niño me llamo
y no puedo nadar
muchas islas descubro
sentado en mi diván.
Al agua marinera,
que baila por bailar,
sin mojarme la blusa
la puedo atravesar.

Caballito marino,
caballito de sal,
con brida de canciones
te logro sujetar.
¿En dónde llora y llora
la niña tempestad?
¿En dónde crece, rojo
el árbol de coral?

Iremos galopando
- rataplán, rataplán -,
caballo de los tumbos,
que sabes galopar.
¡Qué praderas de espuma!
¡Qué montañas de sal!
¡Qué gigante y qué azul
la víbora de la mar!

Ya se durmió la víbora.
Ya quiere despertar.
Canción de ronda, fue muy popular en los patios de la escuela salvadoreña.