Claudia Lars
(salvadoreña)
Vamos a la huerta
de torontoronjil,
a ver a doña Ana
comiendo perejil.
Señores, no se burlen:
doña Ana no está aquí,
y aunque este huerto es suyo
no come perejil.
Doña Ana come hojaldras
y queso de jazmín,
y a veces en la tarde,
compota de alhelí.
- ¿En dónde está doña Ana?
- Tal vez en su jardín;
debajo del almendro
que da una sombra gris.
- ¿Doña Ana no envejecer?
- Doña Ana es siempre así,
la misma de la ronda
que se canta sin fin...
Vamos a la huerta
de torontoronjil,
a ver a doña Ana
comiendo perejil.
Doña Ana, la de siempre,
- tan dueña de abril -,
en un país de niños
ha querido vivir.
- ¿Cómo será doña Ana?
- ¡No lo puedo decir!
De blanco esta vestida
de blanco y carmesí.
En su falda de vuelos,
que yo no sé medir,
juegan todas las brisas,
duerme todo el jardín.
Vamos a la huerta
de torontoronjil,
a ver a doña Ana
comiendo perejil.
- Buenos días, doña Ana,
¿nos quiere usted abrir?
- Buenas noches, doña Ana,
¿nos presta su candil?
Los niños van cantando
y son miles y mil...
Entre las rosas baila
la rosa rosalí.
Y el canto como un río,
como un río sin fin,
nos dice lo de siempre,
lo que yo repetí:
Vamos a la huerta
de torontoronjil,
a ver a doña Ana
comiendo perejil.
La anterior es una canción de ronda, fue muy popular en las escuelas de El Salvador.